''Los tres maestros de las cuchillas más temibles de Valoran están vinculados a la casa de Du Couteau: mi padre, Talon y yo. Que nos rete quien se atreva''.
-- Katarina Du Couteau.
Los
recuerdos más tempranos de Talon son los oscuros pasillos subterráneos
de Noxus y el acero tranquilizador de una espada. No recuerda familia,
afecto o amabilidad. Más bien, encuentra compañía en el tintineo del oro
robado y en la seguridad de un muro a sus espaldas. Vivo gracias a su
agudo ingenio y su destreza en el robo, Talon se las apañaba en el
sórdido vientre de Noxus. Su maestría con la espada pronto hizo verlo
como una amenaza, y los gremios noxianos le enviaron asesinos con una
exigencia: unirse a ellos o morir. Como respuesta, dejó los cadáveres de
sus perseguidores hundidos en el foso de Noxus.
Los intentos de
asesinato fueron aumentando peligrosamente hasta que un asaltante se
enfrentó a Talon, espada contra espada, en un combate de fuerza. Para su
sorpresa, Talon quedó desarmado frente a la espada de su enemigo;
entonces, el asesino mostró ser el general Du Couteau. El general
ofreció a Talon la elección entre morir a sus manos o vivir como agente
del Alto Mando Noxiano. Talon escogió la vida, a condición de servir
únicamente a Du Couteau, ya que no respetaba más órdenes que las de
aquellos a quienes no podía derrotar.
Talon permaneció en la sombra, ejecutando a las órdenes de Du Couteau misiones secretas que lo llevaban de las gélidas tierras de Freljord a los santuarios interiores de la ciudad de Demacia. Cuando el general se esfumó, Talon pensó en recuperar su libertad, pero había desarrollado un inmenso respeto por Du Couteau tras años a su servicio. Se obsesionó con averiguar el paradero del general Du Couteau y en encontrar a los responsables de su desaparición.
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